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sábado, 12 de abril de 2014

RECORDS EN VALENCIÁ, RECUERDOS EN VALENCIANO: EL RATONERO VALENCIANO O "FUSTERIERET", por Rafael Fernández de Zafra.

RECUERDOS EN VALENCIANO, RECORDS EN VALENCIÁ: FUSTERIERETS, FUSTERIERS, RATERS O RATEROS VALENCIANOS. Por Rafael Fernández de Zafra. (El que tiene la culpa de que haya escrito este artículo se llama Cristobal Ramos – Rayma ; a él le debéis la tortura de hoy) En otros artículos ya os lo he comentado, soy de familia muy perrera o cinófila como hoy se dice, en ese bello cultismo latino. Mi experiencia canina ha rozado con muchas razas y, especialmente con las españolas, unas por estar en casa como es el caso de la de hoy y otra por curiosidad perrera. El contacto de mi familia con el Levante español es muy grande y lo sigue siendo hoy día, ello hizo que “el gran devorador de perros” como bautizó a mi abuelo don Álvaro García – Andrade Colmenares (padre de Silvia – Dog Show), se sintiese atraído por esta bella raza por su físico e inteligencia, virtudes bien combinadas en los fusteriers. El abuelo me contaba que lo primero que entró en la casa vino tras la guerra civil de Valencia, recogido de los amigos columbaires (palomeros) de mi abuelo, otro deporte vinculado a la huerta. Desde esa fecha y de modo más o menos intermitente fueron llegando algunos ejemplares a casa donde se crió poco pues eran perros para el trabajo y poco más, y siempre estaba Valencia (léase todo el Levante costero y huertano) y los amigos que nos lo proporcionaban. El primero que recuerdo era un machito tricolor, anuro de nacimiento (rabón como decimos en Málaga), de cabeza colorida y cuerpo limpio que era un verdadero genio. El elemento se llamaba “Bobby” y andarían nacidos los 70 cuando se murió. Yo tendría unos 6 años y le recuerdo tomando el sol en la puerta del almacén y a mi abuelo fardando del perrete que, no sólo comía naranjas como buen valenciano sino que distinguía las dulces de las agrias y ello permitió a mi ancestro ganar muchas apuestas de alguna convidada de vino ante el asombro de los asiduos a la barra de la taberna donde se echaban las copas del mediodía. “Bobby” era hijo de unos perros cercanos a casa y el propietario Pepe Anaya era “valensiá” y digo bien y con s pues no perdió el acento ni el día de su muerte. Era de un poble llamado Monserrat y se dedicaba a la cerrajería artística. Se trajo un macho negro y fuego (Mijita) y una perrita blanca de cabeza colorida (Linda). Estos animalitos desaparecieron poco a poco, pues a pesar de tener siempre 7 u 8 en el taller de cerrajería artística, no criaba mucho y al morir, Maruja, los castró. También de ellos descendía “Ketty” blanco de oreja manchada en negro propiedad de la familia Carnicero, feriantes que en su almacén necesitaban el auxilio de un perrito pequeño para que entrase entre las amontonadas atracciones de feria y librarles de ratas y ratones. De gran carácter y muy enamoradizo, casi lo parte un pastor alemán en dos y le recuerdo viejecito y barrigón con una cicatriz enorme a lo ancho de su lomo y muy don Juan. Otros perros de esta levantina y huertana raza, pues la huerta indudablemente fue su cuna, se instalaron en Málaga, y, entre otros os puedo hablar de los que trajo el capitán Nevado Lopera desde el servicio de Intendencia de Murcia, pues toda la Intendencia Militar del Levante, Murcia incluida, tomó como aliados a los pequeños fusterierets. Emparentados con el capitán otra familia tuvo también algunos ejemplares de raterillos valencianos como se gustaba llamarlos en Málaga, los Cotrina, ilustre saga de psiquiatras donde don Esteban Cotrina Cisneros, tenía uno de nombre “Pinky” que recuerdo era un animal de carácter increíble, muy guardián que literalmente “enchufó” en la finca de la cala de Mijas a un señor que tuvo el atrevimiento de meter la nariz dentro del coche del doctor y lo engachó fieramente de la misma. Este era negro y fuego y de rabo amputado, guapo, bien plantado …animal que hizo historia e hizo heredar su nombre a otros perros de otras razas y de la misma familia. Descendía de unos que trajo un hermano de la orden de San Juan de Dios, desde la Casa que los mismos tienen en Valencia, a la finca de San José, conocido en Málaga como “San José er de los locos” por ser el manicomio encomendado al cuidado de esta Orden. De allí salieron pocos perros simplemente para amistades cercanas o empleados de la Casa como era el caso del doctor. Los grandes jardines de ese hospital de salud mental se quedaron pronto libres de alimañas gracias a la pequeña patrulla levantina. Desaparecieron al morir el hermano Pepe, enamorado de la raza que los trajo desde la tierra del Turia. Otra familia que los tenía era la de don Francisco Sousa Laguna, coleccionista increíble de animales exóticos, que en uno de los viajes del abuelo para traerse unos palomos grandes levantinos y de la huerta llamados Peter, que son de carne y pesan casi un kilo, vio o mejor dicho, vimos como una perrilla rater mataba una culebra de escalera de grandes dimensiones en medio de un naranjal de Albaida, propiedad de don Juan Silvestre, que criaba algunos raters para librarse de los visitantes no deseados tanto en las cajoneras de celo de las palomas como en la fábrica de cera o cerería que tenía allí y que llevaba el nombre de la Virgen de aquella localidad. Vinieron dos perras únicas hermanas de camada : “Chica” (rabo cortado) la de Sousa y “Micra” (anura) la nuestra, ambas en negro y fuego color que se prefería en mi tierra. “Chica” era un ejemplar de soberbia inteligencia. A finales de los 70 había poco tráfico y la perrita vivía en la malagueña barriada del Palo. En esa barriada existía un restaurante de playa, muy famoso, llamado “Casa Pedro” que tristemente cerró en 2009 y creo ahora, ha vuelto a reabrir sus puertas en manos de otros propietarios y, llegó a manos del propietario un rater que le llevó un asentador de frutas desde Valencia. Llevaron a la perrita a cruzar con este la primera vez y, desde entonces, cada vez que se ponía en celo, se escapaba y recorría una distancia aproximada de kilómetro y medio para que, la cubriese exclusivamente el ratero de “Casa Pedro”, gran hacedor, por otra parte, de innumerables bastardos de todas las perrillas pequeñas y medianas que caían bajos sus patas y encanto, pues antes de cubrir las cubrías a besos y caricias en un estudiado y almibarado cortejo de latin lover mediterráneo. Don Francisco, muy avispado vendía estos perritos como “pincher” y digo bien y no escribo pinscher, presentándolos con las orejas cortadas y sacándoles un bonito beneficio. De estos descienden hoy todavía muchos “pincher” negro y fuego de Málaga que tienen delatadoras marcas que asoman bajo el pelo de los flancos o laterales del cuello, color ocre y marrón y un pelo……que delata su procedencia. Finalmente los últimos que recuerdo en mi ciudad eran de un tal Luís, cuyo apellido no recuerdo. Luís perrero aficionadisimo y muy enamorado de los perritos pequeños; estaba encargado de una flotilla de grúas y unos talleres del RACE (Real Automóvil club de España) y “mangó” por decirlo de un modo fino, varios en Valencia, desde la huerta a los talleres…. De ellos descendía mi perrita “Ameba” (anura negra y fuego) madre del perro de la foto “Otto” y un machito de casa “Tonet” llamado así por un personaje de la novela “Cañas y Barro”, de Blasco Ibáñez. “Otto” fue el último que tuvimos en casa, me acompañó en mis estudios de todo el bachillerato…valiente, muy cazador y muy “mujeriego”. La caza del conejo le perdió; se lo robaron a mi padre en los Montes de Málaga, tras dar un magnífico día ante unos desalmados que no sabían el daño que hacían. Estos son mis recuerdos cinófilos en valenciano, perros muy parecidos a los actuales, en muchas porterías, talleres, huertas, almacenes civiles o militares en el Levante español o en Málaga. Eran algo más rechonchos, de algo menos de talla, pero igualmente bellos y bravos. Los hocicos y cabezas son hoy más cincelados y bonitos, pues innegablemente otras razas han influenciado en nuestros fusterrierets como los pinschers, secreto a voces, em mayor o menor medida … pero siguen siendo un tesoro de la cabaña canina española. De su hueso diremos que era algo más fuerte y de su pelo que era normalmente corto, ligeramente más largo en los laterales del cuello y no tan corto como los de hoy, alargándose ligeramente en los laterales del cuello donde podíamos ver sus raíces marrones u ocres y las puntas negras. De modo espontáneo y raramente, en las camadas nacían ejemplares de pelo largo, de iguales características que asemejaban a un papillón pero sin tanto pelo en las orejas, muy bonitos y que normalmente se sacrificaban al verlos nacer, para evitar pelos largos que traían parásitos y enredos de cardillos y pinchos del campo. Conocí algún ejemplar en tricolor, para delicia de sus dueños que poseían una bella mascota. Este carácter era recesivo. En casa hubo uno de ellos llamado “Gustavo”, (hijo de los de Luis, el del RACE) como la rana de los “Teleñecos” la que amaba la cerdita “Peggy”, y cruzado con varias perritas pequeñas por gente que nos lo pedía nunca transmitió el pelo largo pero sí preciosos anuros tricolores y negro y fuego dentro del tipo rater. Hace cosa así de un par de meses me encontré con un ejemplar negro y fuego, “anuro” hijo de dos “pincher” en la escuela canina “Quercus” de Málaga y les conté parte de esta historia y otra probabilidad que en este caso al lector no interesa. En definitiva la sangre fusterier se diluyo en Málaga entre la de los más comerciales “pincher” y no llegaron a los años 90. De lo que me contaron los viejos del lugar, REFRENDANDO LA TEORÍA DE CRISTOBAL, me relataron que los fusteriers derivan del comercio de la naranja con Inglaterra y llegan ejemplares a los asentadores de fruta, más menos en la época en que llegan a Andalucía, perritos de tipo terrier que se mezclan con pequeños perros autóctonos de tipo indefinido. El fusterieret es un perro NETAMENTE DE LA HUERTA LEVANTINA, prueba de ello es que siempre que he preguntado a señores ancianos de la Valencia “churra” o castellana (fabrican churros y casi no hablan Valencía, hablan en castellano, aunque la verdadera acepción viene del juramento Aragonés…ver información al respecto ) léase Valencia interior se refieren a ellos como los raters de abajo o raters de la zona de los “buñuelos” (por preferirse en esa zona al churro el buñuelo de viento, tan consumido por ejemplo en las Fallas) o la Valencia costera y huertana. Así se llaman los unos a los otros. Algunos han pretendido que la palabra fusterier viene de Fuster (carpintero) pero nada más alejado de ello; fusterier es la valencianización de fox – terrier. Y estos son los fusterierets que conocí y tuve, y conocí en nuestras escapadas al Levante montados en las cajas que en los portamantas de las motos llevaban los huertanos junto a la comida, el tabaco y los aperos de labranza, y en otros muchos lugares y oficios de esas tierras, cumpliendo la misión de eficaces alimañeros, haciendo gala de sus ancestros británicos, hijos del comercio y la naranja, cuando simplemente, eran otra herramienta más del campo y la vida cotidiana. Rafael Fernández de Zafra.

1 comentario:

  1. ESTA TAMBIEN PUBLICADO EN EL CLUB DEL RATER CON AUTORIZACIÓN DEL AUTOR.

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