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domingo, 25 de mayo de 2014

Canelo, el perro que esperó 12 años a su amo.

“SEMPER FIDELIS” Canelo; SIEMPRE FIEL, Canelo.

Canelo el perro del Hospital Puerta del Mar, conocido como la Residencia en Cádiz.

Dedicado a don Pedro Ortuño, sacerdote que acude en auxilio de las almas, en su ministerio entre las camas del Hospital.

En esta mañana de Domingo, tras retornar de la Santa Misa, me he encontrado con un perro viejecito, abandonado cerca de casa en la escuela canina  “Quercus”. Lo arrojaron por encima de una alambrera de un par de metros. Senil, cansado, sediento, asfixiado por un probable problema de corazón, lleva en la mirada una tristeza infinita que me recordó la mirada de otro perro que conocí.  ¡¡¡Que mal se paga la fidelidad!!!

A Canelo me lo presentó un amigo y colega de profesión, Pepe Fernández Puerto. Llevaba entonces ya tres años viviendo en la calle, le acaricié en la puerta del Hospital, donde algún alma generosa le había puesto unos cartones para aislarle de la humedad y del frío. Eran muchos los que al pasar le saludaban y él les respondía echando sus orejas atrás y moviendo levemente el rabo. No molestaba a nadie, mantenía una silenciosa espera y me miró con unos ojos que taladraron mi alma.

Cada vez que volvía a Cádiz procuraba hacer una visita a mi admirado amigo, un chucho que por antiguo en forma y encaste en ninguna raza, era tan poco original que hasta su nombre era de perro de los 50, PERO CUAN GRANDE ERA, y os voy a contar hoy esta bella historia.

En la “tacita de plata” vivía un señor sin parientes directos que vivía solo; con pocos medios económicos, enfermo y con pocos amigos, recogió un chucho cachorrón de la calle y le puso Canelo. El perro, con la sabiduría del asfalto, llegó a convertirse en un inseparable acompañante y casi exclusivo amigo del referido señor, y se les veía pasear juntos, en las mañanas y las tardes – noches gaditanas, por la vieja ciudad, entre las torres otrora plataformas del vuelo de las palomas buchonas, los aromas y sonidos de esta ciudad acogedora, generosa, agraciada y llena de arte  por lo que el buen perro era su más leal amigo y único compañero. Transcurrieron así unos tres años de vida sencilla, feliz y humilde hasta que el señor enfermó por lo que una vez a la semana su ruta de mañana era el camino hacia la Residencia a recibir la diálisis para aliviar sus problemas de riñón. 

Canelo esperaba a su dueño y amigo fuera, bajo la promesa de “esperame aquí compañero, ahora vuelvo” (tal y como me contó un celador que lo veía a menudo), se acababa su diálisis, y despacio se dirigían a su casa, sin alterar la rutina en años. 

Al llegar el tercer año de edad aproximado de Canelo, su amo y compañero no salió por la puerta del Hospital, por la principal, donde el perro esperaba bajo la mágica promesa, pues falleció.
El perro permaneció allí sentado, esperando. Nada lo pudo apartar de la puerta ni hambre, ni sed, ni frío, ni calor, ni lluvia, ni viento ni alguna gente que quiso echarlo, esperaba a la luz de su vida a su amo que siempre cumplía la promesa de volver.

La generosa Cádiz lo hizo su perro, el personal del Hospital empezó a cuidarlo y a alimentarlo, los vecinos del barrio
se turnaban para hacerlo.

Un maldita alma, denunció su presencia en la puerta del Hospital, una presencia muda, sin molestias…. Y lo capturó la perrera, todo el mundo se movilizó y las protestas vecinales y  de las protectoras de animales, así como de Agaden y Cadice lograron la devolución e indulto del famoso cánido gaditano que reemprendió su eterna guardia. Ellos mismos se hicieron cargo de sus vacunas y permisos especiales para poder esperar a su amo “con todas las garantías de la ley”.
No se preocupaba ni de buscar comida ni agua, tomaba lo que las caritativas almas de Cádiz le llevaban, ni nunca quiso otro amo que el suyo, pues un par de intentos de adopción acabaron en fuga para de nuevo, esperar en esa puerta la sagrada promesa del retorno de su compañero.

El 9 de diciembre de 2002, en la mañana, cruzando por el paso de peatones, desde la cercana calle peatonal hacia el Hospital, un Volvo de color oscuro atropello a Canelo y el perro murió, cumpliendo así su sueño de volver a ver a su amo al que llevaba esperando desde 1990... ¡12 años!. 
Los gaditanos dicen que el coche no era de “Cai”, que era de fuera, que ningún gaditano habría atropellado al viejo Canelo, el perro de la ciudad, de todos, al que todos conocían, cuidaban y admiraban.

Cádiz lloró a su perro, sus gentes, sus diarios, todos lloraron a Canelo y hasta en el   Gran Teatro Falla  el coro "Cine Caleta" le cantó un tango carnavalero contando su historia.


Y vuelvo a repetir que Cádiz es generosa y agradecida; la iniciativa popular de las asociaciones vecinales, protectora de animales y las otras que arriba os he mencionado en el mes de abril de 2004, le dieron el nombre de este fiel chucho a la calle peatonal cercana a la Residencia, colocándole una placa  homenaje, en la que el sabio pueblo de una de las ciudades más bonitas del Mundo reconoce la grandeza de un humilde perrillo sin raza.   

Rafael Fernández de Zafra.



1 comentario:

  1. Emocionante relato, yo voy camino a convertirme en un émulo del dueño de Canelo; afortunada, pero también desafortunadamente, mi perro es "mayor" que yo, y seguramente se me adelantará; de cualquier manera, confío en que lo volveré a ver.

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