Dedicado al Excmo. Ayto de Archidona y a las gentes de este pueblo que hacen posible la Feria del Perro.
Archidona
es muy famosa en España por muchas cosas, su exquisito aceite, sus dulces
típicos como los aceitaos, su hotel escuela, su Virgen de Gracia, su Plaza
Ochavada, por el famoso apéndice urogenital masculino que convirtió en prosa y versó Camilo José Cela, arruinando la vida del pobre
de Miguel (creo recordar que así se llamaba ) su propietario y portador, por la feria del Perro (en la que yo he
puesto algún granito de arena con mis comisariados, juicios y conferencias) y
por los perros o podencos oritos, (cuyo primer concurso monográfico tuve el placer y el honor de juzgar), …..pero también es famosa por una
bella historia que llevó a uno de sus protagonistas a tener una estatua en el
pueblo que presume de la invención de los molletes de pan y las porras, opinión
muy contraria a su vecina ciudad de Antequera.
Esta
es una historia conocida, antes por la familia
y algunos antiguos del lugar, ahora por todo el pueblo; y la conocemos gracias a don
Miguel García Paneque, que escuchó de miembros del Ayuntamiento de su
pueblo iban a hacerle un homenaje al
perro Bobby de Escocia, aquel famoso animal que acompañó a la tumba de su amo
durante 14 años en Edimburgo, un skye
terrier del siglo XIX, y creyó que era al “Lobi”, el medio podenco de su
abuelo, que también lo acompañó a la tumba, y se fue a ver al alcalde. Los del Ayuntamiento no sabían nada y se sorprendieron gratamente con la
historia, por lo que el entonces alcalde,
mi buen amigo Manuel Sánchez y los concejales del Ayuntamiento se decidieron
por hacer el homenaje al perro nativo,
no menos meritorio que el escocés,
en el marco de la XVIII Feria del Perro de Archidona, como homenaje a la
relación entre el perro y el hombre. El barro lo hizo Francisco Javier Galán y
el bronce la antequerana empresa de Mester artis.
La estatua hoy es orgullo de los archidoneses y una desconocida para los foráneos, que raramente se detienen ante ella, a pesar de su céntrica y privilegiada situación.
Esta
es la historia de Lobi, un mestizo de
podenco blanco y rojo de nombre sonoro, típico y cortijero en la provincia de Málaga, alargado y de patas cortas al estilo de un maneto y de
su dueño don Miguel García Muñoz. El señor García regentaba una conocida
carnicería sita en la Plaza Ochavada, lugar de incomparable belleza, y además era
tratante de ganado. El “Lobi” siempre
andaba echado en la puerta de la carnicería o acompañaba a su dueño en los
tratos de la compra de ganado a los cortijos. Incluso le esperaba pacientemente
en la puerta de la taberna de la Viuda, donde se echaba los vinitos su amo,
mientras trataba el precio del ganado o después de su tarea de despachar a la
parroquia en la carnicería. Era su sombra y siempre andaba junto a él.
El
señor García cayó enfermo, probablemente de una parálisis y se vió postrado en
la cama durante algo más de un año, tiempo que el pequeño amigo pasó junto al lecho de
dolor, moviéndose lo imprescindiblemente necesario para hacer sus necesidades, comer y beber y nada
más. Ocurrió el fatal desenlace, murió Miguel un 5 de mayo de 1949, en esa época gris de la
postguerra española, enterrándose al
buen convecino un día después.
El
animalillo estuvo en el funeral junto a su amo, en la Iglesia y no había manera
de echarlo, acompañó al féretro al cementerio y al irse los vecinos y
dolientes, el sepulturero si pudo expulsarlo del cementerio a pedradas y
grandes voces. Al caer la noche, el animal volvió a su casa, donde la viuda doña
María García de García, lo esperaba para
darle comida y agua, así un día tras otro, pues el pobre perrillo desesperado
ante la pérdida de su amo, se aprendió
el horario del cementerio de este pueblo, llegando justo antes de abrirse y
marchándose unos instantes antes del cierre para evitar que le regañasen. El
rito se repetía a diario, el perro muy de mañana arañaba la puerta y hacía el recorrido
de las calles Puentezuela, la delantera del Mercado, esquina de Maestro Lara y
San Antonio en un recorrido de ida en la
mañana y vuelta al atardecer.
Lobi, en su afán por encontrar a su dueño, por sacarlo de aquel lugar oscuro y triste donde lo habían enterrado, intentaba a toda costa llegar a él, salvarlo, rescatarlo de las garras de la muerte arañando y escarbando los nichos de alrededor, lo que supuso quejas de los familiares de los difuntos que se veían afectados por el fiel afán de “Lobi” por estar junto a su dueño. La viuda, resignada, blanqueaba y reparaba los nichos contiguos que el perrito, queriendo hacer un bien, estropeaba de continuo.
Cuanta
ansia por estar con su amo!!!...al final el destino se apiadó de él y murió
atropellado por un coche en la esquina Maestro
Lara, cuando retornaba al ocaso a su casa, a los tres meses aproximadamente de la muerte
de su amo, sin dejar de acudir ni un día a tan sagrada cita.
Unos
vecinos le encontraron muerto y se lo dijeron a la sra. María, lo que no ha
quedado en la memoria familiar es que se hizo con su cadáver.
Tras
61 años, la estatua en homenaje a este perro, reunió a los descendientes de don
Miguel García, que quisieron estar presentes en el reconocimiento a la
fidelidad que le hicieron al más incondicional y mejor amigo de su abuelo en el
año de 2010.
Rafael
Fernández de Zafra.
Julio
de 2014.
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