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domingo, 24 de diciembre de 2017

CUENTO DE NAVIDAD. PROTAGONISTA: UN RATER.

Hace breves fechas en Leipzig se ha presentado una preciosa raza de perros española, el Rater Valenciá, presentación que los amantes de la misma hemos vivido con gran cariño e ilusión, especialmente por el magnífico trabajo que han realizado criadores, aficionados y club de raza en un todos a una que han catapultado a nuestros raterets a un muy próximo reconocimiento a nivel mundial en cinofilia.
Por ello mi tradicional Cuento de Navidad de este año de 2017, lo protagoniza esta raza, que tuve la suerte de tener y quiero dedicarlo a los verdaderos protagonistas, sus criadores y entre ellos a Gemma Ramos y Cristobal Ramos, por la amistad que me une con ellos y por ser artífices de esa presentación en la Mundial Canina de Alemania. A todos ellos y a la RSCE quiero darles las gracias por su labor.

CUENTO DE NAVIDAD. PROTAGONISTA: UN RATER.  

Erase una vez, una de las primeras Natividades de Nuestro Señor,  corrían tiempos difíciles para los cristianos que andaban en parte del gran Imperio de las dos cabezas  (Oriente y Occidente) sumidos en la clandestinidad en un tiempo anterior al Edicto de Tesalónica por el cual el cristianismo sería la religión oficial del Orbe.
 En uno de esos primeros veinticuatros de diciembre, 358.º (tricentésimo quincuagésimo octavo) día del actual calendario gregoriano y el 359.º en los años bisiestos,  7 días antes de finalizar el año, gobernaba en el Oriente  el Augusto Emperador Flavio Galerio Valerio Liciniano Licinio, llamado también Licinio también llamado el Dacio junto a su bella esposa Flavia Julia Constancia, medio hermana de Constantino.
Vivía en aquellos entonces un Obispo, un hombre Santo, llamado San Nicolás de Myra, que hijo de un próspero comerciante y zapatero había heredado una gran fortuna tras morir sus padres.
Aquel hombre bueno repartió todos sus bienes entre los pobres y reservó lo justo para viajar por todo el Orbe conocido y predicar la palabra de Dios.
Y viajó mucho y recorrió desde su ahora Turquía natal todo el Imperio, pasó por Grecia, por Italia, por la Galia, por Britannia y allí, San Nicolás  compró un perrito blanco y negro de esos que sus conciudadanos llamaron “cannis terrarii” que mal vivía  en un granero,  a mata hambre, teniendo como único sustento las ratas y ratones que cazaba cuando intentaban robar el grano. Se apiadó de él y pagó un sextercio, suma elevadísima, para un modesto animal   y lo llevó de vuelta a Myra, pues era mucha la compañía que perrito  le hacía y mucha la fidelidad y el apego que ambos se tenían.
Ya acomodados en Myra, el Santo fue nombrado Obispo y se preocupaba por sus parroquianos, especialmente por los más pobres y por los que menos tenían, pero él tenía menos que ellos y lamentaba no poder socorrerles.
Hombre de coraje, sin importarle la dignidad episcopal que ostentaba, viendo que nada había en las mesas de los pobres el 24 de diciembre, se decidió a pedir limosna con una carretilla acompañado de su perrito.
Poco recogió San Nicolás, salvo cuatro grandes sacos de naranjas, las en aquel entonces raras arangus, (valiosas frutas del árbol de las manzanas de oro , que Gea le regalo a Juno para el Jardín de las Hespérides, el jardín de los jardines que crecía en el monte Atlas, según cuenta la mitología) espléndidas grandes y de brillante color, que un  comerciante y feligrés le regaló, pues no podía venderlas , debido a su altísimo precio y el desconocimiento que las gentes tenían de esta fruta,  ya que empezaban a pudrirse. Bien está pensó San Nicolás, para calmar el hambre de los pobres, pero no le dio tiempo siquiera a salir de la huerta donde el parroquiano le cargó los cuatro sacos de naranjas, cuando la chiquillería hambrienta se le acercó y el santo Obispo repartió entre aquellos niños que le recordaban al Niño Dios que había de nacer de nuevo esa noche mágica, en la que Nuestro Señor entrega cada año a Su Unigénito para anunciarle en el Mundo y ser el Salvador y Redentor de nosotros los hombres.
La chiquillería encantada besaba sus rojos hábitos y reían y comían aquellas naranjas relucientes como el sol, sus bocas chorreantes del dulce néctar sonreían agradecidas y saltaban agradecidos a su alrededor con el regocijo del santo varón y del perrito blanco y negro que saltaba a la par que los pequeños, que con frucción, habían devorado un saco de fruta.
Se entretuvo San Nicolás en expurgar   los restantes sacos y , camino de su modesta Iglesia, encontró el palacio de un rico persa; pensó en que un hombre de esa riqueza bien podía desprenderse de algo para los pobres y llamó a su puerta. Un criado abrió y el santo le pidió limosna……el amo salió airado y le dijo : “ como osas maldito molestarme con esas tonterías, soy un hombre de negocios y si nada traes que ofrecer, nada vas a llevarte”. Cuando el venerable obispo de barbas blancas se dispuso a decirle que nada podía ofrecer pues era más pobre que para los que pedía, el pequeño cannis terrariis, el pinto de blanco y negro, se sentó al lado de San Nicolás portando en su boca una naranja grande y hermosa agarrada del palito que, otrora la unía al árbol. El hombre rico exclamó : “ ¿De donde ha sacado ese perro la naranja?...te las compro todas…¿Cuántas tienes?  Mañana doy un banquete y una fruta exótica como esta me haría demostrar mi riqueza” el perrito corrió hacia la carretilla y el hombre rico vió los tres sacos y dijo “ te doy una bolsa de monedas de oro por cada saco” y San Nicolás, muy contento, aceptó.
Esa noche, tras una de las primeras Misas del Gallo, que así se llaman por ser este el primero en anunciar el Sagrado Nacimiento,  se dedicó a repartir las monedas de oro entre los más pobres de Myra, en las cabañas que pudo entrar dejó una moneda de oro en cada calcetín o bota que se encontró cerca del  hogar o de la chimenea donde ardía un pálido fuego para mitigar el frío; en las que no pudo entrar las echó por la chimenea arriba desde el tejado.

Bendijo San Nicolás el milagro y la dicha concedida, y bendijo al modesto perrito, pidiendo a dios que se recordase su hazaña por los siglos de los siglos y que les diese a sus descendientes la justa recompensa por ello, y, desde entonces se recuerda a San Nicolás vestido de rojo con luengas barbas blancas y reparte naranjas y golosinas entre los niños de muchos países, y en muchos de ellos también reparte los regalos de estas fiestas y también desde entonces todos los gos raters del Mundo tienen marcas de color fuego en recuerdo de aquellas primeras naranjas que su antepasado de la Britannia   portó en su boca y su cuna es “la millor terreta del mond”, Valencia, tierra de naranjas.

Navidad de 2017-2018


Rafael Fernández de zafra 

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