Hace breves fechas en Leipzig se ha presentado una preciosa
raza de perros española, el Rater Valenciá, presentación que los amantes de la
misma hemos vivido con gran cariño e ilusión, especialmente por el magnífico
trabajo que han realizado criadores, aficionados y club de raza en un todos a
una que han catapultado a nuestros raterets a un muy próximo reconocimiento a
nivel mundial en cinofilia.
Por ello mi tradicional Cuento de Navidad de este año de
2017, lo protagoniza esta raza, que tuve la suerte de tener y quiero dedicarlo a los verdaderos
protagonistas, sus criadores y entre ellos a Gemma Ramos y Cristobal Ramos, por
la amistad que me une con ellos y por ser artífices de esa presentación en la
Mundial Canina de Alemania. A todos ellos y a la RSCE quiero darles las gracias
por su labor.
CUENTO DE NAVIDAD. PROTAGONISTA: UN RATER.
Erase una vez, una de las primeras Natividades de Nuestro
Señor, corrían tiempos difíciles para
los cristianos que andaban en parte del gran Imperio de las dos cabezas (Oriente y Occidente) sumidos en la
clandestinidad en un tiempo anterior al Edicto de Tesalónica por el cual el
cristianismo sería la religión oficial del Orbe.
En uno de esos primeros
veinticuatros de diciembre, 358.º
(tricentésimo quincuagésimo octavo) día del actual calendario
gregoriano y el 359.º en los años bisiestos, 7 días antes de finalizar el año,
gobernaba en el Oriente el Augusto
Emperador Flavio Galerio Valerio Liciniano Licinio, llamado también Licinio también llamado el Dacio junto a su bella esposa Flavia Julia Constancia, medio hermana
de Constantino.
Vivía en aquellos
entonces un Obispo, un hombre Santo, llamado San Nicolás de Myra, que hijo de
un próspero comerciante y zapatero había heredado una gran fortuna tras morir
sus padres.
Aquel hombre bueno
repartió todos sus bienes entre los pobres y reservó lo justo para viajar por
todo el Orbe conocido y predicar la palabra de Dios.
Y viajó mucho y
recorrió desde su ahora Turquía natal todo el Imperio, pasó por Grecia, por
Italia, por la Galia, por Britannia y allí, San Nicolás compró un perrito blanco y negro de esos que sus
conciudadanos llamaron “cannis terrarii” que mal vivía en un granero, a mata hambre, teniendo como único sustento las
ratas y ratones que cazaba cuando intentaban robar el grano. Se apiadó de él y
pagó un sextercio, suma elevadísima, para un modesto animal y lo
llevó de vuelta a Myra, pues era mucha la compañía que perrito le hacía y mucha la fidelidad y el apego que
ambos se tenían.
Ya acomodados en
Myra, el Santo fue nombrado Obispo y se preocupaba por sus parroquianos,
especialmente por los más pobres y por los que menos tenían, pero él tenía
menos que ellos y lamentaba no poder socorrerles.
Hombre de coraje, sin
importarle la dignidad episcopal que ostentaba, viendo que nada había en las
mesas de los pobres el 24 de diciembre, se decidió a pedir limosna con una
carretilla acompañado de su perrito.
Poco recogió San Nicolás, salvo cuatro grandes sacos de
naranjas, las en aquel
entonces raras arangus, (valiosas frutas del árbol de las manzanas de oro ,
que Gea le regalo a Juno para el Jardín
de las Hespérides, el jardín de los jardines que crecía en el monte Atlas,
según cuenta la mitología) espléndidas grandes y de brillante color, que un comerciante y feligrés le regaló, pues no
podía venderlas , debido a su altísimo precio y el desconocimiento que las
gentes tenían de esta fruta, ya que
empezaban a pudrirse. Bien está pensó San Nicolás, para calmar el hambre de los
pobres, pero no le dio tiempo siquiera a salir de la huerta donde el
parroquiano le cargó los cuatro sacos de naranjas, cuando la chiquillería
hambrienta se le acercó y el santo Obispo repartió entre aquellos niños que le
recordaban al Niño Dios que había de nacer de nuevo esa noche mágica, en la que
Nuestro Señor entrega cada año a Su Unigénito para anunciarle en el Mundo y ser
el Salvador y Redentor de nosotros los hombres.
La chiquillería
encantada besaba sus rojos hábitos y reían y comían aquellas naranjas relucientes
como el sol, sus bocas chorreantes del dulce néctar sonreían agradecidas y
saltaban agradecidos a su alrededor con el regocijo del santo varón y del
perrito blanco y negro que saltaba a la par que los pequeños, que con frucción,
habían devorado un saco de fruta.
Se entretuvo San
Nicolás en expurgar los restantes sacos y , camino de su modesta
Iglesia, encontró el palacio de un rico persa; pensó en que un hombre de esa
riqueza bien podía desprenderse de algo para los pobres y llamó a su puerta. Un
criado abrió y el santo le pidió limosna……el amo salió airado y le dijo : “
como osas maldito molestarme con esas tonterías, soy un hombre de negocios y si
nada traes que ofrecer, nada vas a llevarte”. Cuando el venerable obispo de
barbas blancas se dispuso a decirle que nada podía ofrecer pues era más pobre
que para los que pedía, el pequeño cannis terrariis, el pinto de blanco y
negro, se sentó al lado de San Nicolás portando en su boca una naranja grande y
hermosa agarrada del palito que, otrora la unía al árbol. El hombre rico
exclamó : “ ¿De donde ha sacado ese perro la naranja?...te las compro todas…¿Cuántas
tienes? Mañana doy un banquete y una
fruta exótica como esta me haría demostrar mi riqueza” el perrito corrió hacia
la carretilla y el hombre rico vió los tres sacos y dijo “ te doy una bolsa de
monedas de oro por cada saco” y San Nicolás, muy contento, aceptó.
Esa noche, tras una
de las primeras Misas del Gallo, que así se llaman por ser este el primero en
anunciar el Sagrado Nacimiento, se
dedicó a repartir las monedas de oro entre los más pobres de Myra, en las
cabañas que pudo entrar dejó una moneda de oro en cada calcetín o bota que se
encontró cerca del hogar o de la
chimenea donde ardía un pálido fuego para mitigar el frío; en las que no pudo
entrar las echó por la chimenea arriba desde el tejado.
Bendijo San Nicolás el
milagro y la dicha concedida, y bendijo al modesto perrito, pidiendo a dios que
se recordase su hazaña por los siglos de los siglos y que les diese a sus
descendientes la justa recompensa por ello, y, desde entonces se recuerda a San
Nicolás vestido de rojo con luengas barbas blancas y reparte naranjas y
golosinas entre los niños de muchos países, y en muchos de ellos también
reparte los regalos de estas fiestas y también desde entonces todos los gos
raters del Mundo tienen marcas de color fuego en recuerdo de aquellas primeras
naranjas que su antepasado de la Britannia portó
en su boca y su cuna es “la millor terreta del mond”, Valencia, tierra de
naranjas.
Navidad de 2017-2018
Rafael Fernández de
zafra
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